El
día que el pueblo sea feliz
Hebe
de Bonafini
Queridos
compañeros:
En
nombre de los miles y miles de desaparecidos en Latinoamérica, en
nombre de nuestros queridos hijos, y en nombre de todas las madres
que forman la organización, les damos las gracias por el
recibimiento, y por seguir sintiendo que en estos foros, los miles
y miles de desaparecidos en Latinoamérica están más vivos que
nunca, más presentes que nunca.
Hace
más de 23 años, un pequeño grupo de mujeres ignorantes, que no
sabíamos para dónde ir ni qué hacer, fuimos por primera vez a
la Plaza de Mayo para reclamar por nuestros hijos. Y ahí nos
quedamos. Ahí nos quedamos, porque ahí nos sentimos iguales. Nos
encontrábamos, nos contábamos una a la otra, y así fuimos
juntando más y más madres.
Llevamos
casi 24 años sin faltar un solo jueves, con frío, calor, lluvia
o viento. Y ¿qué aprendimos en el camino?
Nos
habían llevado a los hijos, no sabíamos nada. De repente alguien
empezó a decir: es para aplicar el plan económico. Es un plan
económico al que los chicos se enfrentaban, que todas las
organizaciones revolucionarias no querían. Por eso hoy para mí
es un sueño estar en este Foro, para repudiar ese plan que es el
mismo, que no es otro, que no ha cambiado, de destrucción del
opositor político de toda Latinoamérica.
Empezaron
con reuniones en Chile, los Generales del Ejército, en el 74 y el
75, con la presencia de los embajadores norteamericanos. Cuando
nos iban contando todo esto, nosotras no entendíamos, porque no
sabíamos nada de política. Y cuando una es muy ignorante, está
muy sola. La soledad de la falta del hijo, y la soledad del no
saber a dónde ir, qué hacer, cómo buscar. Encontramos mil
maneras de buscar. Porque formamos un colectivo fuerte, y al
sentir que el sistema todo el tiempo nos quería comprar, nos
fuimos haciendo más fuertes.
Llegaron
los gobiernos constitucionales impuestos por el Fondo Monetario,
por Estados Unidos. Nosotras ya teníamos claro que iba a ser más
de lo mismo, el mismo plan. Porque en mi país hay ocho millones
de desocupados y subocupados. Hay miles de personas que se mueren
de hambre y por enfermedades de la pobreza. ¡Las Madres decimos
que la falta de trabajo es un crimen, y que ese crimen alguien lo
va a tener que pagar!
Las
Madres también hace varios años denunciamos que los gobiernos
latinoamericanos, que fueron impuestos por los mismos que
destruyeron antes el país, pagan la deuda con vidas.
Se
habla mucho de que crece la deuda, que crece el interés. Pero lo
que crecen son las muertes.
En
este momento, mientras estamos hablando aquí, en un rato, están
muriendo mil quinientos niños de hambre en el mundo; y esos
niños tienen madres y padres que no saben que existe Davos, que
no saben que está Porto Alegre, que no saben nada de nada. Porque
ellos apuestan a pueblos ignorantes, a pueblos que no sepan leer
ni escribir, que no tengan formación.
Por
eso para nosotras, es tan importante estar aquí, con esta fuerza
que las Madres tenemos, mostrando que seguimos el camino de
nuestros hijos, que levantamos sus mismas banderas
revolucionarias, que socializamos la maternidad, y ya no somos
más madre de uno o de dos, ¡somos madres de todos!
Nos
sentimos revolucionarias, porque marchar frente a la Casa de
Gobierno con la dictadura no fue fácil. Nos llevaron presas gran
cantidad de veces. Nos golpearon. Invadieron e invaden nuestra
casa, porque el año pasado entraron a la Casa de las Madres y a
mi casa, y se llevaron todo; pero no nos van a ganar, porque
estamos impulsadas por ese amor revolucionario gigante, que
nuestros hijos ya en esa época nos enseñaban.
Ahora
que está Ariel (Dorfman) acá recuerdo que cuando cayó Salvador
Allende en Chile, mi hijo mayor vino llorando. Yo le dije:
“¿por qué llorás?”. Él me dijo: “Mamá, cayó Allende”.
Yo le dije: “Pero Chile está tan lejos”. ¡Miren mi
ignorancia! Me parecía tan lejos Chile, que no entendía por qué
mi hijo tenía que llorar.
Por
eso, compañeros, las Madres hemos abierto una Universidad. Para
la formación política de los jóvenes, para que no haya
ignorantes, para que amen el saber, para que se preparen para
hacer política en la carrera que elijan, en la disciplina que
quieran. Que participen. Necesitamos jóvenes, revolucionarios,
combativos, que crean que otro mundo es posible.
Es
posible otro mundo, porque si no, vamos a morir arrastrados como
gusanos, que es lo que quieren ellos. ¡Y los únicos gusanos son
ellos! Nosotros estamos con la cabeza alta aquí en el Foro,
discutiendo, diciéndoles: “¡señores, basta! ¡ustedes nos
deben a nosotros vidas, y nosotros alguna vez se las vamos a
cobrar!”
Estamos
convencidas que el sistema capitalista tiene mil maneras de
comprar: monumentos, museos, dinero. Nuestros hijos no dieron la
vida para hacer un museo, ni para que les hagan un monumento. En
Buenos Aires se está trabajando para un monumento, y las Madres
ya hemos dicho: ¡lo vamos a volar! ¡no queremos monumentos,
queremos justicia!
Este
gobierno que tenemos ahora, y el anterior, y el anterior mienten.
Todo el tiempo. Cobran coimas, sobornos, los diputados y senadores
para sacar leyes contra los trabajadores. Algunos como el Chacho
dicen que se van y no se van nada. Pegan un portazo en una puerta
y entran por la otra. Quieren juntar votos a cualquier costo.
Nosotras no los votamos, y no les creemos, mientras no haya
hombres decentes y honestos, que cumplan con lo que prometen.
De
palabras estamos hartas. Esto lo aprendimos en
las calles, lo aprendimos en las plazas, lo aprendimos con
los compañeros cortando las rutas. Esos compañeros que porque
cortan la ruta inmediatamente son procesados. Esos compañeros que
toman las tierras y también los procesan. Porque los que se
quedan con las tierras, los ricos, que las robaron antes, están
en el gobierno y están ocupando cargos.
Nunca
van a denunciar a una multinacional, porque son los que les pagan
las campañas a los políticos. Por eso ni la Pepsi, ni la Coca
Cola, ni los Ledesma, nunca entraron en los juicios. Aunque ellos
ponían sus camiones para secuestrar y torturar.
Y no permitieron ni jueces ni políticos que fueran
juzgados, porque dependen de ellos. Ellos son mucho más
dependientes que nosotros.
Nosotros
tenemos la suerte que tiene este país de tener a los Sin Tierra,
el movimiento más increíble, más sólido, más importante y
más entregado. ¡Bien, compañeros sin tierra por sus avances!
Y
tenemos a los zapatistas, que están marchando para ver si llegan
a ciudad de México. Esos compañeros brillantes, que salieron un
día cuando parecía que todo estaba perdido, cuando muchos
decían que no había más ideologías, que habían muerto. Cuando
a muchos se les había caído el Muro en la cabeza. Aquel primero
de enero del 94 ¡qué alegría! No porque empezaba el año, sino
porque había hombres y mujeres que se habían jugado para decir:
“¡aquí estamos, para hacer lo que nos corresponde!”
Y
los compañeros de las FARC en Colombia, siendo acusados de
narcotraficantes, cuando todo el mundo sabe que el país que más
drogas consume es Estados Unidos.
Estados
Unidos es el país más terrorista, que más países invade, que
más bombas tira, que más países somete.
Estados
Unidos hizo Vietnam, la guerra de Irak. ¿Quién le dice nada? Se
quiere hacer dueño de todo. Pero alguien empezó a contaminar
también a los militares norteamericanos con las bombas que ellos
mismos tiraron. Se murieron un millón de niños en Irak, pero
nadie dijo nada. Pero como ahora los tocaron a los norteamericanos,
van a investigar qué pasó con ese uranio empobrecido.
Aquí
estamos nosotras para denunciar, para no callarnos. No importa
cuánto nos peguen. Tuvimos hijos tan valientes. Y no hablo sólo
de Argentina. Hablo de todos: uruguayos, paraguayos, chilenos,
salvadoreños, peruanos. Y todos siguen en la lucha, más grande o
más chica. Porque no nos van a convencer de esta globalización
–como ellos la llaman- . Ellos creen que repitiéndolo muchas
veces, como hacía Hitler nos van a convencer.
Nosotros
estamos acá porque no lo creemos, porque no queremos que este
monstruo se coma todo.
Y
abrimos la Universidad. Pequeñita primero: doscientos alumnos.
Hoy tiene casi 800. Con diez carreras, que como objetivo principal
tienen la formación política de los jóvenes. Que estudien
periodismo, arte, cine, sicología social, economía política,
educación popular, derechos humanos. En lo que estudien, tienen
que tener formación política.
Formación
política para comprender bien la solidaridad. La solidaridad,
como la paz, no son palabras, compañeros.
¿Quiénes
hablan de la paz? Los países que construyen para la guerra. Los
países que dirigen el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Esos que dicen que nunca van a firmar para este nuevo convenio que
quieren hacer con un Tribunal Penal Internacional. Ya dijeron:
“Nosotros no vamos a permitir que el Tercer Mundo nos juzgue”.
También
Naciones Unidas es cómplice. Llega tarde a todos lados. A las
guerras y a nuestros países. Nunca investigó a las dictaduras de
nuestros países. No les convenía, porque las hacían sus amigos,
sus sirvientes.
Estamos
convencidas que otro mundo es posible.
Estamos
convencidas que la revolución tarda pero llega.
No
importa si no la voy a ver. No nos importa a las Madres, que somos
muy viejas ya, si no vemos la revolución que amaron nuestros
hijos, y por la cual dieron la vida, alegres, hermosos,
convencidos, solidarios, coherentes.
Cuando
decimos “aparición con vida de todos”, no elegimos al que
peleó con un fusil en el monte, al que estaba en la Iglesia del
Tercer Mundo, al que alfabetizaba, al que enseñaba, al pibe que
se comprometía en el secundario.
Somos
Madres orgullosas de todos. ¡Ellos viven, y no van a morir nunca,
mientras haya uno solo que levante su puño para decir que otro
mundo es posible y que estoy comprometido con ese mundo posible!
Nos
han querido comprar de mil maneras. Con museos, con cargos
políticos, con monumentos. Con algún muerto que encuentran en
los cementerios, y con reparación económica. Doscientos
cincuenta mil dólares por cada desaparecido. Las Madres queremos
justicia. Jamás vamos a aceptar ponerle precio a la vida, que es,
en definitiva, lo que quieren los de Davos. Que la vida valga
nada. Unos pocos
pesos que ellos lo ganan de la manera más ruin. Repudiamos y
rechazamos la reparación económica. La vida de cualquier mujer y
de cualquier hombre, que la entrega para que su pueblo coma, para
que su pueblo viva, no hay plata para pagarla.
Los
chicos siempre me decían: “Mamá, la vida vale cuando uno la
pone al servicio del otro. Ahí empieza a valer tu vida”.
Eso
estamos haciendo las Madres: poner la vida al servicio de otros.
Está la Universidad en todas las partes del país donde hay
Madres. Más pequeñas o más grandes. Tratamos por todos los
medios, que los jóvenes amen el saber. Que no vengan a estudiar
para conseguir trabajo. Hay que estudiar para ser mejor persona,
para poner la vida al servicio de los otros. Hay que estudiar para
comprometerse con lo que uno no quiere. Hay que aprender primero a
decir que no a todo lo que ellos nos ofrecen. A no creer en los
políticos arrastrados, que lo único que hacen es regalar el
país a los grandes países, a España, al que venga, y después
matar de hambre a los compañeros.
Yo
aquí hoy quiero decirles que estamos orgullosas de lo que hacemos.
Orgullosas de nuestros hijos. Que amamos a todos aquellos que se
comprometen, que ponen el cuerpo. Que es lo que hacemos las
Madres: poner el cuerpo, en la toma de tierras, en la toma de
fábricas, y en donde sea, ahí estamos. Porque no están ellos,
pero estamos nosotras.
Y
sentimos en esta sala, y todos estos días, que ellos, nuestros
hijos, sobrevuelan, y nos espían, y seguro que están contentos.
Que los miles y miles que ellos quisieron matar, no los mataron.
Los
tiraron vivos al río y no pudieron. Los enterraron bajo el
cemento de las autopistas y no pudieron. Quemaron sus cuerpos y no
pudieron. Porque un revolucionario no hay lugar para enterrarlo.
Ellos sobrevuelan con sus sueños y con sus esperanzas. Ellos nos
dejaron una enseñanza muy grande que tenemos que aprovechar.
Todos
los días pensamos en ellos. Todos los días nos sentimos
acompañándolos. En la Plaza. Cuando nos ponemos el pañuelo.
Cuando sentimos que este camino, difícil y duro, que no tiene a
lo mejor fin, que empezamos algún día las madres, va a terminar,
alguna vez.
El
día que el pueblo sea feliz, que la revolución triunfe, ahí
habrá sido vengada la sangre de todos los nuestros.
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