ENTREVISTA
Chacho Álvarez - Ex-Vice-Presidente
de Argentina
"La integración regional
de América Latina necesita de instituciones supranacionales
que la hagan efectiva"
Director del Centro de Estudios Políticos, Económicos
y Sociales (CEPES) y profesor de Pensamiento Político en
la Universidad Nacional de Quilmes, Chacho Álvarez fue Vice-Presidente
de Argentina y Presidente del Senado entre 1999 y 2000.
Miembro del Foro Iberoamérica, es co-fundador de la Red
de Centros de Estudios de América Latina, compuesta por
la Fundación Chile XXI, bajo la presidencia de Ricardo Lagos,
y la Fundação Perseu Abramo del Partido dos Trabalhadores (PT) de Brasil.
Poniente en uno de los módulos de la Conferencia Internacional
Democracia, Participação Cidadã e Federalismo
organizada por el Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) y la Presidencia de la República de Brasil
y que tuvo lugar el 2 y el 3 de diciembre en Brasília, Chacho
Álvarez concedió una entrevista a Tecido Social sobre la situación política
y económica de Argentina tras la crisis de 2001 y el
proceso de integración continental impulsado por los gobiernos
de Kirchner y Lula.
Por Antonino Condorelli
Usted viene de un país, Argentina, que quizás sea el
ejemplo más representativo del fracaso del modelo de democracia
que se implantó en América Latina tras la democratización
de la mayoría de los países del continente hace cerca de
20 años. ¿Por qué falló la democracia argentina?
Creo que hay que evitar la tentación de confundir la
democracia como sistema de los gobiernos que actúan dentro
de su marco: el fracaso no es de la democracia, sino de
las políticas que se implementaron. Las políticas argentinas
en los 20 años de democracia sufrieron, en primer lugar,
la herencia muy dura – yo diría catastrófica – de la dictadura
militar. Argentina sufrió el régimen militar más perverso
del continente, pues no sólo hizo desaparecer a cerca de
30.000 personas, sino destruyó el aparato productivo y el
tejido social del país. Esto generó una herencia muy gravosa
para reconstruir la nación. El primer gobierno democrático,
de Raúl Alfonsín, realizó una transición política exitosa
pero fue asediado por la inflación que al poco tiempo se
trasformó en hiper-inflación. Esto llevó a las políticas
liberales más duras, al sistema de la convertibilidad y
al cambio rígido en un proceso que en la década de los Noventa
expandió el neoliberalismo de manera radical, lo que produjo
concentración de la riqueza, extranjerización y apertura
indiscriminada de la economía, un proceso de descreimiento
de la sociedad en la política y las instituciones, altos
niveles de desempleo y desigualdad, de marginalidad y de
pobreza. Esta situación explotó en 2001: se cayó la convertibilidad,
lo que produjo la mayor crisis de la historia política argentina,
con una deuda de cerca de 150.000 millones de dólares. Esto
es lo que se vive y se siente como fracaso de los gobiernos
de la democracia, pero no es una fracaso de la democracia
en sí porque aun en los momentos más críticos la Argentina
salió de esta situación manteniendo las instituciones representativas
y la legalidad. Lo que en otro momento hubiera significado
la pérdida del sistema democrático, en 2001 no sucedió.
Esto demuestra la fortaleza de la convicción democrática
de nuestro pueblo, pero también la necesidad de implementar
políticas que concreticen efectivamente la democracia a
través de empleo y disminución de la pobreza.
¿Cree que las políticas del gobierno de Kirchner van
en la dirección de la reducción de las desigualdades?
Ellas produjeron algo importante en una etapa de crisis
tan profunda, que fue el devolverle a la mayoría de los
argentinos la expectativa (sería desmesurado decir “esperanza”,
pero aun así es algo importante) y cierto optimismo. Y,
de hecho, los indicadores en la Argentina han mejorado mucho:
los del empleo, del crecimiento económico, de la disminución
de la pobreza… Comparando el nivel donde estábamos, que
el propio Presidente definió como casi el infierno, a como
estamos hoy se ha dado un avance importante. Aun no siendo
del mismo partido de Kirchner, pienso que su elección como
Presidente fue lo mejor que le podía pasar a Argentina en
términos de las ofertas políticas que había después de la
crisis.
¿Qué perspectivas abre, en su opinión, la integración
regional de América Latina que tanto Kirchner como Lula
propugnan con tanta fuerza?
Yo no creo que la integración regional dependa del signo
ideológico de los gobernantes, pues los países deben tomarla
como política de Estado, pero sí pienso que presidentes
que coincidan en una misma visión o que tengan unas miradas
similares sobre lo que hay que hacer en nuestros países
deberían iniciar una etapa de fuertes avances en este tema.
Esto significa para la región sudamericana, y específicamente
para el Mercosur, el comienzo de la salida de un régimen
basado en la inter-gubernalidad hacia un régimen basado
en la soberanía ampliada, o sea, un régimen de supranacionalidad:
empezar a construir las instituciones de la región. Este
es un paso que el Mercosur tiene que dar, porque más allá
de los obstáculos, de quienes se sientan perjudicados por
la integración o de los intereses particulares que la discuten,
yo creo que la voluntad de profundizar la integración que
tienen Lula y Kirchner, la misma que han manifestado el
presidente uruguayo recién electo Tabaré Vázquez y el Presidente
Duarte de Paraguay, es más firme. Pero esta voluntad se
debe manifestar en la construcción de instituciones. En
la etapa Menem-Cardoso, la integración avanzó en términos
de confianza inter-presidencial, los litigios se resolvían
con llamadas telefónicas entre los presidentes. Yo creo
que si creemos en la región como sujeto económico y político
que actúe en el plano internacional, tenemos que construir
instituciones, mirando la experiencia de la Unión Europea.
Creo que si Lula, Kirchnet, Tabaré Vázquez y Duarte consiguen
dar este paso, van a dar un gran aporte a la construcción
de una unidad latinoamericana.
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