D6.1. DESDE LA REALIDAD
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"Veinte años cosiendo entrepiernas; dieciocho años, ojales;
quince, dobladillos. Este es el curriculum medio de las 90 mujeres que
trabajan en una fábrica de pantalones vaqueros de Madrid. Es cierto
que, 84 años después han mejorado sus condiciones respecto
a aquellas 192 neoyorquinas que el 8 de marzo de 1908 murieron abrasadas
en el incendio provocado de su factoría textil, mientras reclamaban
una jornada de 10 horas. Pero siguen persiguiendo cotas de salud laboral
y bienestar para que vida y trabajo no sean términos incompatibles;
para que su único anhelo no sea, como lo es ahora, que les toque
la Bonoloto. Por si se olvida, cada 8 de marzo se celebra el día
de la mujer trabajadora. (...) Hasta hace poco se apostaba en la puerta
de la fábrica un vendedor de cupones que conseguía arrancar
unas pocas palabras a las todavía somnolientas trabajadoras. Son
las siete y media de la mañana y nadie tiene ganas de hablar.
Francisca, Pilar, Manuela, Rosario, todas van derechas a los vestuarios
donde cambian sus ropas por una bata azul. La costumbre de hacer el mayor
trabajo en el mínimo tiempo ha impregnado sus propios esquemas.
Muchas suben con sus ropas bajo la bata a los lavabos de la planta, para
volver a ponérsela antes de que suene la sirena de fin de jornada.
Y para fichar forman grupos de diez, de tal forma que, cada semana una
mete la ficha de las otras nueve que no esperan cola.
La planta productora está en silencio entre la sigma, a punto
de reventar en una sinfonía de ocho horas, montones de cortes de
pantalones aguardan del día anterior. El primer ruido proviene del
clic del reloj de fichar, al lado de la puerta. En cuestión de segundos:
la guerra.
Cada empleada en su sitio de la cadena de producción. Casi un
centenar de máquinas hablando a tonos y ritmos diferentes, de forma
que el sonido de fondo se convierte en un diálogo atronador de sigmas
especialistas en ojales, pespuntes, bordados, dobladillos. Las bobinas
de poliester empiezan a bailar, mientras Michael Bolton o Juanito Valderrama
se desgañitan desde el hilo musical. A algunas la música
las acompaña en su tarea. A otras las desquicia aún más"(1).
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Una trabajadora fue despedida por haber dejado de asistir al trabajo. La
razón de este comportamiento se fundaba en sus creencias religiosas
y pertenecía a la Iglesia Adventista del Séptimo Día,
que le imponía la inactividad laboral desde la puesta del sol del
viernes a la del Sábado.
La adscripción a esta confesión religiosa se produce
con posterioridad a la suscripción del contrato con la empresa.
La recurrente solicitó en el recurso de amparo ante el Tribunal
Constitucional que, junto a la reintegración en el trabajo, se le
reconociera su derecho al descanso semanal no en Domingo, como viene establecido
con carácter general, sino en días que su religión
prescribe toda actividad laboral(2).