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C1.4.5. REFLEXION Y ANALISIS

La desaparición forzada de personas es parte de una estrategia propuesta desde altos centros de poder internacional y puesta en práctica por gobiernos militares de facto en el tercer mundo. Estaba particularmente dirigida a secuestrar, torturar y matar a líderes políticos, sindicales y estudiantiles disidentes respecto al plan económico- político de corte liberal capitalista al que se denominaba afín con el "occidente cristiano". La casi totalidad de personas desaparecidas fueron secuestradas de sus hogares por las noches, de la calle o de sus lugares de trabajo o estudio, sin que opusieran ninguna resistencia armada. Este delito cometido por agentes estatales, acaso sea el más grave que se haya podido perpetrar en toda la historia, junto al genocidio y las ejecuciones sumarias. Se trata de un delito síntesis que resume lo más cruento y tortuoso de los demás, a los que les suma el anonimato e impunidad de quienes lo comenten generando en la población terror.

La diferencia entre el miedo y el terror es que el primero está dirigido a un objeto o sujeto concreto, al que se sabe cómo evitar; mientras que lo propio del terror es la ignorancia respecto a qué puede hacerse para evitar un daño inminente o para enmendarlo una vez acaecido.

Otra de las secuelas dejadas por este delito es la imposibilidad "de elaborar el duelo" proceso psicológico por el que las personas próximas a un difunto se convencen de su muerte en el rito del entierro, de tal modo este delito está directamente orientado a minar la esperanza. Finalmente, la impunidad con la que fueron beneficiados torturadores y asesinos, hace posible que familiares de la víctima deban convivir en la misma ciudad o ser vecinos del victimario. Todos estos efectos psicológicos han dejado dañadas a las sociedades o pueblos que padecieron este fenómeno, de modo que todavía décadas después es imposible pensar en organizaciones populares con la conciencia y organización de entonces. El terror en el Sur tuvo las mismas consecuencias paralizadoras de movimientos sociales, que la comodidad del confort en el Norte.

 

La situación además es cuantitativamente grave: no se trata de casos aislados se trata de una acción de secuestros y desapariciones masivas. Sólo en Argentina, la Comisión Nacional de Desaparición de Personas alcanzó a documentar más de 8.000 casos, lo que quizá sólo constituye una tercera parte de los casos reales.

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