En un sentido genérico cultura es todo lo que el hombre crea (tanto en el orden personal como en el social), modificando la Naturaleza de acuerdo a un conjunto de valores y actitudes sociales, asumidos personalmente. En este sentido, todas las garantías: las jurídicas y las extrajurídicas pueden ser consideradas garantías culturales.
Sin embargo, se reserva el nombre específico de garantías culturales a aquéllas que más directamente se refieran a aquellos valores y actitudes que, constituyendo un núcleo "ético-mítico" (Ricoeur), definen a un pueblo.
En el artículo 149.2. de la CE el servicio de la cultura aparece como un deber y una atribución esencial del Estado.
En el mismo artículo y apartado figura, además, la comunicación cultural entre las diversas Comunidades Autónomas con el mismo carácter de deber Estatal y atribución esencial del Estado.
En este trabajo nos referiremos a valores y actitudes que son compartidos por los diferentes pueblos y hombres, para ver en qué medida esos valores y actitudes pueden defender y potenciar los derechos dentro de esos pueblos y entre los diferentes pueblos.
Dada la diversidad de culturas o de etnias y dentro de ellas las diferentes formas y grados de asumir los valores y actitudes que las definen, conviene señalar por lo menos tres actitudes que, -inspirándose en el valor alteridad-, pueden ser asumidas personal o socialmente, bien de una forma espontánea, bien de una forma sistemática.Esas tres actitudes son, como veremos a continuación, la tolerancia, el diálogo y la educación.
El valor alteridad -o si se prefiere, "intersubjetividad"-consiste en el reconocimiento del otro en su diferencia, como ser personal tan digno como uno mismo. Es éste, sin duda el "gran tema de nuestro tiempo"(1).
Ahora bien, la alteridad, que es el gran valor a recuperar en la actualidad, tiene diversas manifestaciones: étnica, sexual, cultural, mental. No se trata de una cuestión estrictamente cultural en el sentido de tener interés en el ámbito exclusivo del mero debate intelectual. "Es un tema político de primer orden. O se orienta la atención y el ánimo hacia ese reconocimiento, o los viejos demonios del exclusivismo, bajo forma etnocéntrica y racista, devorarán todo posible horizonte de entendimiento entre los hombres"(2).
Frente a los nacionalismos excluyentes y la xenofobia, resulta necesario, en todo tiempo y lugar, potenciar en las diferentes culturas los valores y actitudes intersubjetivas capaces de reconocer y promover al otro (hombre o pueblo) en su diferencia.
Todorov propone un ejemplo tomado de la época de la conquista de América por parte de España: mientras Gines de Sepúlveda acentuaba tanto la diferencia (cultural) del indio que no llegaba a ver su humanidad, Bartolomé de Las Casas acentuaba tanto su humanidad que no llegaba a ver su diferencia.
Para que pueda producirse ese reconocimiento del otro deben darse, previamente, tres condiciones fundamentales:
El conocimiento del otro. Lo cual supone una educación que "ponga entre paréntesis muchos de los conceptos a través de los cuales hemos ido determinando nuestra propia identidad"(3).
Una educación que esté asentada sobre la aceptación del relativismo cultural y de una conciencia crítica en relación a los propios presupuestos culturales(4).
Aceptación y práctica del relativismo metodológico que evite cometer el error consistente en universalizar categorías, conceptos y valores sólo referibles a un determinado contexto cultural. "Sólo desde ese relativismo metodológico, siempre alerta y vigilante en relación al vicio eurocéntrico, o a toda universalización falaz de pautas morales, políticas o culturales de nuestro mundo occidental a otras culturas y a otras mentalidades, sería posible avanzar, poco a poco, hacia una verdadera universalidad, hacia un concepto verdaderamente ecuménico de lo humano"(5).
Existen, como ya se ha señalado, tres garantías culturales básicas: la tolerancia, el diálogo y la educación.
La tolerancia podríamos definirla con Michael Scott como:
En la Declaración sobre la Intolerancia del comité de Ministros del consejo de Europa, de 14 de mayo de 1981, se afirma en el número 1 que la tolerancia, así como el respeto de la dignidad e igualdad intrínseca de todos los seres humanos son la base misma de toda sociedad democrática y pluralista.
Una de las formas actuales de intolerancia son el racismo y el fascismo, tal y como reconoce la Declaración sobre la Intolerancia del comité de Ministros del Consejo de Europa, de 14 de mayo de 1981 en su número 7.
La educación, la información y la consolidación de las instituciones democráticas es el instrumento para combatir eficazmente la intolerancia. (Nº 8 y 9 de la Declaración sobre la Intolerancia del comité de Ministros del consejo de Europa, de 14 de mayo de 1981).
La tolerancia viene también fomentada, desde un campo estrictamente científico por la sociología del conocimiento. La cual tiene, entre uno de sus fines, el procurar "un argumento por la tolerancia y una educación en esa virtud"(7).
El diálogo puede ser definido en los términos de Francois Perroux:
"El diálogo es el medio por excelencia de la búsqueda humana de la coherencia de mi proyecto existencial y de su convergencia con los proyectos existenciales del otro. El diálogo es también la ocasión de las desalienaciones íntimas y de las desalienaciones sociales: el sujeto se "dessubjetiva" sin riesgo de "cosificación"; en comunicación con otro sujeto, afirma la conciencia de sí y experimenta el grado de independencia de su decisión tendencialmente autónoma. El interlocutor no es obstáculo, no es un adversario: es un cooperador capaz de contradecir con vistas a un objetivo común.
Esta desalienación íntima depende estrechamente de la desalienación social. Los interlocutores no pueden observar las reglas del juego sino en un medio social que lo favorece: las instituciones del diálogo sólo juegan un papel en un conjunto institucional permeable al diálogo"(8).
El diálogo toma como punto de partida la idea de que los Derechos Humanos forman parte del patrimonio ético común de la humanidad y, a la vez, de que toda cultura y visión del mundo encierra elementos valiosos cuya pérdida afecta a toda la familia humana(9).
El diálogo ha de consistir, ante todo, en la interpelación mutua de unas tradiciones por otras, donde no se escamoteen ni los presupuestos antropológicos ni tampoco los méritos y las responsabilidades históricas de las diversas culturas(10).
El diálogo supone, entonces también la existencia de una autocrítica sincera llevada a cabo por cada tradición en relación a su contribución al respeto de los Derechos Humanos(11).
El diálogo, en cierto modo, no es un producto histórico sino la propia historización; Es, pues, el movimiento constitutivo de la conciencia que, abriéndose a la finitud, vence intencionalmente las fronteras de la finitud e, incesantemente, busca reencontrarse más allá de sí misma(12).
El diálogo fenomeniza e historiciza la esencial intersubjetividad humana; él es relacional y en él nadie tiene la inicitaiva absoluta(13).
La educación constituye una potente garantía de los Derechos Humanos. Así lo entiende, entre otros, el artículo 25 de la Carta Africana de los Derechos del Hombre y de los Pueblos de 1981, que establece:
Pero, para conseguir tal objetivo, la educación, en cuanto que garantía cultural de los Derechos Humanos, debe consistir en:
una educación de los Derechos Humanos
una educación en los Derechos Humanos
una educación desde los Derechos Humanos
una educación para los Derechos Humanos
La educación de los Derechos Humanos significa que toda la compleja problemática de los Derechos Humanos debe ser objeto de conocimiento como elemento imprescindible y decisivo para hacer posible la garantía de los mismos. Lo cual supone:
El conocimiento de los propios derechos. Como señala Amadou Mahtar M'Bow, ex director de la UNESCO:
Conocer los propios derechos es una de las vías que conducen a imponer su reconocimiento(14).
Descubrir, conocer y comprender el por qué de la necesidad de la plena vigencia de los Derechos Humanos y no simplemente el conocimiento superficial que puede suponer la mera enumeración de los artículos de las declaraciones o los pactos(15).
Descubrir que todos y cada uno de los seres humanos tienen derecho a una vida digna, a ser liberado de la enfermedad, a asociarse, a participar en la vida común, y, en definitiva, a ser protagonista de su propia realidad(16).
Conocer el carácter inescindible de los Derechos Humanos y a valorar la estrecha interdependencia existente entre todos los derechos(17).
Comprender -como señala V. PIERA- que ejercer un derecho significa tomar decisiones, tener capacidad de iniciativa.
Implica que cada uno de nosotros es capaz de desear y asumir su libertad como sujeto responsable. La libertad se transforma así en tarea y búsqueda que se ha de realizar, en lugar de ser concebida como una posesión original que debe ser conservada(18).
Comprender que sólo se puede conseguir la plena eficacia de los Derechos Humanos si los construimos solidariamente.
El otro -dice la autora antes citada- no es quien impone límites a nuestro desarrollo personal o a la vivencia de nuestros derechos; antes bien, es con quien podremos lograr la vocación común de ser personas"(19).
La educación en los Derechos Humanos significa que éstos deben ser explicados a partir de su vivencia dentro del centro escolar, sea cual sea el nivel del mismo.
Para que los Derechos Humanos sean vividos en el ámbito escolar -tomada esta expresión en su acepción más amplia- la educación debe reunir dos requisitos:
Fomentar la sensibilidad y el sentimiento de respecto de los derechos, de lo contrario será una educación puramente intelectualista.
Debe partir o tomar como punto de referencia la concreta realidad social que configura el entorno del centro educativo. De esta forma los Derechos Humanos no serán nunca considerados como "algo" distante a la propia existencia.
La educación desde los Derechos Humanos significa que los Derechos Humanos deben constituirse en uno de los ejes -o incluso, si se prefiere, el eje- centrales de toda la acción educativa, constituyéndose en el substrato fundamental -en cuanto que ética universal- sobre el que poder construir toda la teoría de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del espíritu, así como la filosofía y la religión.
La compleja y múltiple problemática de los Derechos Humanos toma así un papel central en la enseñanza de todas las disciplinas, y en todos los niveles de enseñanza: desde la Educación General Básica hasta la educación universitaria.
La educación para los Derechos Humanos se ha definido como el esfuerzo consciente, tanto en contenidos concretos como en el desarrollo de los mismos, para crear en los estudiantes una consciencia de sus derechos (y responsabilidades), para hacerles sensibles a los derechos de los demás y para alentar la acción responsable encaminada a asegurar los derechos de todos(20).
La educación para los Derechos Humanos supone, pues, como consecuencia de la educación en, de y desde los Derechos Humanos, en primer lugar una concientización, y, en segundo lugar, la posterior asunción de la coresponsabilidad de todos en la garantía de los derechos. Para ello , el núcleo común de conocimiento que debe tener la educación para los Derechos Humanos debe incluir(21):
Las categorías fundamentales de los Derechos Humanos: concepto, fundamento...
Los textos básicos sobre Derechos Humanos, siendo su eje fundamental la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Las personas, y movimientos claves en la histórica y continua lucha por los Derechos Humanos: Gandhi, Luther King, Mandela, Movimientos feministas...
Las diferentes formas de injusticia en que se han materializado la violación de los Derechos Humanos: exterminio de judíos en la Alemania del IIIº Reich, represión de la Junta militar en Argentina, las violaciones de los derechos en Chile durante la Dictadura militar del general Pinochet...