La palabra revolución tiene carácter
polisémico. Entendida como estricta forma de
garantía de los Derechos Humanos puede ser definida
aquella acción, generalmente violenta por la que se
pretende el cambio radical e inmediato de las estructuras
jurídico-políticas de un determinado país,
por ser gravemente atentatorias de la dignidad de la persona
humana y de los derechos que le son inherentes.
Tiene sentido en regímenes totalitarios. No parece estar,
sin embargo, legitimada, en principio, en sistemas constituidos
en forma de Estado de Derecho.
En la actualidad la revolución va perdiendo terreno, en
cuanto que garantía de los Derechos Humanos, a costa de
las formas de resistencia no violentas. En efecto, tiene la
revolución una serie de inconvenientes y riesgos que
no tienen aquellas.
Tales pueden ser: la existencia de víctimas inocentes,
grave coste en vidas humanas, creación de graves
situaciones de violencia e irracionalidad, existencia de odio,
coartada para la existencia del terrorismo de Estado, vía
o cauce para la existencia de un mero golpe de Estado...