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D16.16.5. REFLEXION Y ANALISIS
Las estructuras que se han establecido en la educación moderna para la participación de los alumnos en la educación han sido, y son en muchos casos todavía, estrechas, oscuras e insuficientes. La limitación de estos como sujetos pasivos en el proceso enseñanza-aprendizaje es un fenómeno que perdura hasta nuestros días. De ahí, que cuando los alumnos necesitan expresar sus inconformidades por el sistema educativo (aunque a veces esas inconformidades se centran en el sistema en general) utilizan canales extraescolares, -disturbios estudiantiles, huelgas, manifestaciones, denuncias, etc.,-. En la mayoría de los casos, los mecanismos de participación del alumnado, no permite su acceso a decisiones importantes de la vida académica de los centros. En general, no se les participa la elaboración de planes de estudio, evaluación institucional, programas de becas, etc. Es cierto que los alumnos se enfrentan a sistemas en los que la autoridad es indiscutiblemente de los profesores. Pero también lo es que a veces son los mismos alumnos los que se niegan a participar. La relación entre profesores y alumnos se ha estereotipado. Suele ser una relación de jerarquía, en la que unos y otros han aprendido a representar sus papeles sin cuestionarse otras formas de entender y aprovechar el proceso educativo.

En general, los problemas en la aplicación de estos derechos se plantean por falta de recursos económicos, falta de voluntad política o falta de organización institucional. No es extraño que donde no se puede conseguir una educación primaria obligatoria y gratuita sea impensable que el sistema educativo pueda establecer mecanismos de participación de padres y alumnos.

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