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D16.12.5. REFLEXION Y ANALISIS
En nuestra sociedad actual la vejez constituye una diferenciación especial, separa más del resto de los conciudadanos que otros atributos cronológicos o sociales y, además esta no constituye sólo una variable descriptiva de la condición personal del sujeto, como la apariencia física, el estado de salud o el sexo; sino, que en sí suscita reacciones negativas.

Sin embargo, frente a las creencia común de la falta de creatividad de la tercera edad se pueden aducir algunos datos reveladores:

Sin duda, los factores que caracterizan la etapa de la ancianidad son complejos, y considerar al declive biológico característico del proceso de envejecimiento como único y determinante, sería incurrir en una visión parcial de la misma. Sólo desde un enfoque global será posible construir respuestas que resulten satisfactorias para este colectivo y para la comunidad.

Si bien es cierto es cierto que la esperanza de vida ha aumentado y ha descendido la tasa de mortalidad, las causas de envejecimiento no son la misma en todos los países, y de hecho constituye un tema fundamental en los países desarrollados, pues en los llamados del tercer mundo, con bajo índice de esperanza de vida, la población anciana es más reducida.

Los ancianos son hoy uno de los grupos más numerosos de marginados de la sociedad. En el mundo hay actualmente 304 millones de ancianos, para finales de siglo se espera que superen los 580 millones.

El panorama en Europa presenta ciertas diferencias. En la Comunidad hay actualmente 44 millones de personas mayores de 65 años, 1 de cada 7 ciudadanos. Hay también un notable incremento de personas mayores de 85 años. En Dinamarca o Alemania por ejemplo se intenta prolongar la vida productiva de los trabajadores a fin de que no pierdan su espacio social y con ello se vea reforzada su estima, su sentido de utilidad social y el sostenimiento de su independencia económica.

 Las dos grandes líneas de acción en Europa en el trabajo con personas mayores, pasan por la desinstitucionalización, que evita la dependencia de las instituciones, refuerza la autonomía, disminuye el aislamiento social, etc.; y la participación social: que brinda la posibilidad de desempeñar un rol activo, a la vez que afianzar su puesto en la sociedad y crea las condiciones necesarias para estimular la auto-organización.

En España, un estudio elaborado por el Inserso indica que en el año 2000 el 20 % de la población española tendrá más de sesenta años, cifrando el número de éstos en 8.350.000 sobre una población de 41.500.000 personas. Respecto a 1986, habrá crecido en un 27 % el número de mayores de sesenta años. En la actualidad se calcula que hay en España alrededor de cinco millones de personas mayores de sesenta y cinco años, un 14 % de la población. De este total, el 60% serían mujeres y el 40 % hombres.(4)

Las estrategias de acción deberían contemplar entonces no sólo el mejoramiento o sostenimiento de su calidad de vida sino en la importante aportación que representa este numeroso grupo de la población.

Cada vez son más las personas mayores que no aceptan estar solos o que se los relegue a meros receptores de la acción social. Nuestra época, si bien brinda mejoras para algunos hombres, para otros incrementó y profundizó las diferencias.

Los problemas del mundo actual no son ajenos a estos hombres y mujeres que en muchas ocasiones han decidido organizarse para defender sus derechos y hacer sus propuestas; pero algunos pueden estar dispuestos a ir más allá, ayudando a los demás, y es indudable que en la difícil tarea de construir un mundo mejor, la sociedad no puede dejar a nadie fuera, necesita de todos y cada uno de sus miembros.

Conviene terminar la reflexión con dos citas: una de J.M. Cabodebilla y otra de Jorge Luis Borges.

El primero pregunta: ¿Para qué sirve dar a los ancianos más medios de vida, si al mismo tiempo les quitamos las razones para vivir?.

El segundo afirma en una poesía póstuma:

Si pudiera vivir nuevamente mi vida/ en la próxima trataré de cometer más errores. No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más./ Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos/ tendría más problemas reales y menos imaginarios.../ Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos no te pierdas el ahora. Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas; si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano./ Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño./ Y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante. Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

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