"...También se puede oír la voz bronca de un maniaco que
acaba de ingresar o de alguien del personal que avisa: "Se nos va, se nos
va". Es la señal que significa que un enfermo está a punto
de agitarse.
Alguna puerta permanece cerrada con llave. Detrás hay gente
como Sara: una mujer alucinada que lleva meses sin responder a la medicación
y que vive sujeta a la cama. Cuando entra alguien, se queda mirando y sonríe:
"Tú eres mi hermana". Al levantar la sábana, aparecen las
correas marrones abrazadas a sus muñecas: "Libertad, libertad",
exclama. El lunes fue sometida a la primera sesión de electrochoque
con la ilusión de que despierte.
El otro mundo, el de Petra, es el poso del antiguo hospital Camilo
Alonso Vega, que nació hace 24 años y en el que ya no se
admiten ingresos: allí viven enfermos con historias clínicas
más gruesas que tratados de Derecho, los irrecuperables para el
territorio de afuera. Hay esquizofrénicos residuales, como ella;
dementes seniles, mongólicos profundos, retrasados mentales y algún
asesino que confundió a su víctima con un malvado perseguidor.
Así, hasta 260 enfermos..." (1)