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REFLEXION Y ANALISIS

Con el axioma moderno "saber es poder", se comenzó encargando a la ciencia y la tecnología el dominio sobre la naturaleza, para que luego una y otra se orientaran al dominio de la sociedad. Entonces el saber (científico tecnológico) se puso al servicio del poder (político) convirtiéndose en muchos casos, en el instrumento legitimador de sucesivos regímenes.

La subordinación del saber al poder quedó clara en latinoamérica cuando la Doctrina de la Seguridad Nacional atacó prioritaria y sistemáticamente a la autonomía universitaria: se hizo desaparecer, se mató, se torturó, se impidió la actividad universitaria a miles de profesores y alumnos, se cerraron carreras (sociología, psicología, etc), se censuraron programas, autores, textos... en el contexto de una universidad intervenida militarmente.

La universidad, ese lugar donde cada cultura puede volver reflexiva y críticamente sobre sí, para cuestionarse sus supuestos, releer su pasado, explicar su presente, anticipar su porvenir, sólo puede cumplir tal función en el marco de una autonomía.

El parentesco entre la libertad y la verdad es demasiado estrecho, desde aquella cita evangélica: "la verdad os hará libres", hay sobradas experiencias históricas del valor liberador de la verdad. Pero a su vez, a la verdad o el conocimiento veraz, sólo puede darse en un ámbito de libertad.

Y si consideramos a la libertad en su significado más reducido, la libertad negativa -como le llamaría I. Berlín- que es defendida por los liberales, veremos que aún para el Tribunal Constitucional, este concepto -la autonomía- es esencial para la actividad universitaria:

"...la actividad fundamental de la universidad es la enseñanza y la investigación, y la libertad científica no se agota en el derecho del profesor a rechazar ingerencias extrañas, sino que requiere que la propia estructura del establecimiento hagan imposibles tales ingerencias".

Esto que ha sido caracterizado como el tercer fundamento jurídico de la sentencia de 1987, nos parece denotar una profunda dimensión filosófica: sin libertad - entendida como ausencia de coacciones- no es posible indagar la realidad (verdad) o pretender enseñarla.

Luego la universidad parece ser el topos o lugar donde la utópica acción comunicativa de J. Habermas y K. O. Apel, pueda tener llevarse a cabo. Donde docentes y estudiantes intentando un diálogo simétrico, participativo, se aproximen crítica y argumentativamente a un conocimiento lo más adecuado posible a lo real, esto es, se aproximen a la verdad.

Para esto resulta necesario que el sujeto epistémico no sólo no esté coacciónado por "ingerencias externas" (libertad negativa), sino que sea capaz de generar su propio proyecto, definir sus objetivos y su modo de autorealización (libertad positiva).

Un orden jurídico propio de un "estado social y democrático de derecho" no puede menos que ajustarse a los hechos o los antecedentes (historia) de las instituciones suyo funcionamiento ha de permitir, y tampoco puede desconocer los valores (filosofía) que tales instituciones pretenden alcanzar.

En la modernidad los estados se atribuyeron a sí mismos, en virtud de su soberanía, una serie de prerrogativas que supusieron un grave quebranto de la autonomía universitaria. Una reivindicación fundamental de la postmodernidad es la recuperación de la misma.

En el sistema jurídico español, la valoración de la aplicación o resultados de la aplicación de la Ley Orgánica de Reforma Universitaria, de 25 de Agosto de 1983, no puede ser sino claramente negativa(4):

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