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B. Concepto

La palabra eutanasia posee un defecto bastante incómodo: su carga emotiva. Las palabras que padecen este defecto no tienen un significado aséptico, neutro, sino que provocan en quien las escucha o lee, ciertos sentimientos o emociones, bien de aceptación, bien de rechazo(2).

No podemos evitar que para algunas personas el término evoque imágenes de campos de exterminio nazis o de manicomios a la antigua usanza donde los enfermos mentales eran eliminados sistemáticamente. Para otras personas, sin embargo, hablar de eutanasia es hablar de "autonomía", "libertad" o de "capacidad para tomar las propias decisiones", todos ellos términos sin duda positivos.

Esta diferencia de valoraciones dificulta el significado descriptivo del término. Por eso creo necesario un esfuerzo para tratar de delimitar de la mejor manera posible los conceptos con el fin de evitar confusiones y disputas verbales desaforadas y sin sentido.

Para empezar pues, quiero aclarar que cuando se habla de eutanasia(3) se puede estar haciendo referencia a varios conceptos diferentes e independientes entre sí, de tal forma que defender la eutanasia como posibilidad de que cada ser humano elija el momento y el modo de poner fin a su vida no tiene nada que ver con abogar por el genocidio o por la vivisección con seres humanos.

El término eutanasia se usa desde la época de Augusto(4). Desde entonces hasta hoy ha ido perfilando su significado y tomando distintas acepciones.

Para distinguirlo del simple homicidio o del asesinato, suele exigirse que el hecho de quitar la vida a otra persona tenga como finalidad la de poner término a sus sufrimientos y dolores o evitarle una vida indigna, procurándole una muerte pacífica y sin padecimientos. Esta matización no es en absoluto clara como luego veremos.

Es preciso hacer hincapié en una serie de distinciones importantes.

Una de ellas es aquélla que toma en consideración la voluntad de la persona que muere como criterio de distinción de tres tipos de eutanasia:

El supuesto de eutanasia involuntaria o contravoluntaria es injustificable desde cualquier punto de vista. El conflicto que plantea con el derecho a la vida es similar al que puede plantear el homicidio o el asesinato. El más interesante es, por tanto, el caso de la eutanasia avoluntaria o no voluntaria, porque es aquí donde se plantean los debates más encarnizados y cruentos que enfrentan a los que defienden esta práctica con los que la condenan.

Otro criterio de clasificación es aquel que toma en consideración la forma de realización de la eutanasia:

Es preciso matizar que la mayoría de los partidarios de la aplicación de la eutanasia lo son en cuanto que ésta debe ser voluntaria; es decir, que la persona en estado irreversible debe solicitar o al menos acceder, en estado consciente y después de haber sido informado de su estado clínico, que le sea aplicada o en su defecto, que hubiera comunicado sus deseos a un familiar, médico o a un amigo.

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