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D16.11.5. REFLEXION Y ANALISIS
Los logros alcanzados por la humanidad en los últimos cincuenta años han sido significativos y han originado instrumentos que tienden cada vez más a garantizar los derechos fundamentales de la infancia, si bien los hechos que han signado el origen de esos instrumentos han sido experiencias negativas, es innegable que el impacto de las mismas ha contribuido a crear una conciencia mundial más solidaria.

No obstante es preciso señalar que si bien estos derechos están formalmente reconocidos y protegidos por las normas jurídicas internacionales, eso no significa que tal protección se concrete invariablemente en la práctica efectiva, dentro del ámbito del Estado. Y una de las causas de esa carencia está, como en el resto de los derechos, en la falta de coactividad que las organizaciones internacionales tienen sobre los Estados para hacerles cumplir aquello a lo que se han comprometido en virtud de los tratados internacionales.

Por otra parte, se puede observar que mientras en algunos Estados la preocupación pasa por garantizar derechos de tercera generación, en otros no se aseguran ni siquiera los de primera.

Es preciso distinguir la situación de los niños en el Tercer Mundo y del Cuarto Mundo respecto de la situación de los niños del Primer Mundo.

En los países del Norte , en el ámbito del Primer Mundo En este último, la situación ha variado sustantivamente en el momento actual en relación a la situación que tenían en siglos anteriores. Ha habido un proceso de humanización y de revalorización de la dignidad de la persona del niño que ha llevado al reconocimiento de un mayor protagonismo del mismo y de su progresivo aumento de poder.

Durante siglos estuvo el niño sometido a la "patria potestas" romana que confería al padre una autoridad total e incuestionable sobre sus hijos. En el momento actual la autoridad de los padres implica el cumplimiento de una serie de deberes que son correlativos a los derechos fundamentales reconocidos y garantizados por las normas jurídicas. De ser "carne de cañon" e instrumento de explotación, ha pasado progresivamente ha ser titular de exigencias y derechos.

Ese fenómeno complejo va unido al cambio de actitud y la estructura de la relaciones planteadas entre adultos y niños. Hasta el momento actual la relación era unidireccional. No había régimen de reciprocidad. El niño era solamente receptor, no sujeto agente. Era una perspectiva " ingenua y desequilibrada", porque se apoyaba en una serie de principios que negaban "el papel de los niños como actores sociales por derecho propio"; una perspectiva que consideraba a los niños "como simples recipientes, entes en potencia, productos futuros." (4) Hoy por el contrario, "nos enfrentamos con los desafíos que nos plantean una niñez más compleja e influyente, pero, a la vez, más humana, dinámica y saludable." (5) En los países del Sur y en el cuarto Mundo existente en el Norte la situación es muy distinta. Sigue la línea de explotación marcada por los siglos anteriores, y en algunos aspectos, esa situación incluso se ha agravado. El niños sigue siendo instrumento de explotación en guerras como soldado o guerrillero, es quien más sufre las consecuencias del hambre, de la persecución política y de las discriminaciones en el ámbito laboral y en el ámbito familiar- cuando tiene la fortuna de estar integrado en una familia-, los que más soportan el deterioro ecológico y el atraso cultural...

Se impone como deber ineludible, en consecuencia, el ir salvando el foso abierto entre la situación de los niños en un mundo y la situación de los niños en los otros.

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